Verano, tiempo de jamón y melón. Según las antiguas teorías, el calor del cuerpo humano se debía a un “fuego interior” que ardía por dentro y calentaba el cuerpo humano, por lo tanto, había que tener mucho cuidado de no apagar ese fuego introduciendo al cuerpo alimentos fríos y húmedos que pudieran afectar el vigor de las llamas interiores. Uno de los alimentos fríos y húmedos por excelencia era la fruta, la cual, por cierto, los romanos amaban. La dieta de los antiguos romanos era esencialmente vegetariana, sobresaliendo los cereales y productos lácteos, frutas y verduras. Sobre la carne, como hasta la fecha, comían, pero les gustaba más el pescado.
Entonces, ¿qué se podía hacer? Pues lo ideal era combinar los alimentos fríos y húmedos con los calientes y secos para así poder restar el efecto. La fruta tenía que ir acompañada con vino o jamón para contrarrestar las consecuencias negativas para la salud. Esto explica de dónde vienen ciertos sabores agridulces que a veces parecen no encontrar otras correspondencias en nuestro modo de alimentarnos: queso con peras, melón con Oporto, melocotones con vino y, precisamente, jamón y melón.
Si bien en la antigua época de los Romanos, el jamón era de lo más consumido y más apreciado para la salud, en nuestra época “grasofóbica” a menudo incluso algunos médicos – expertos en medicina, pero ignorantes de la nutrición – sugieren eliminar la grasa del jamón crudo. Esto no es lo mejor, ya que esa grasa no tiene nada que ver con la apariencia, con la grasa o con las salchichas. La grasa de jamón crudo contiene un 45 % de ácido oleico, es decir, el componente básico del aceite de oliva, y un 15 % de ácido linoleico, que ayuda a prevenir la arteriosclerosis. A esto se suma que el curado modifica la secuencia de los aminoácidos, haciendo la carne del jamón como si fuera predilecta, por lo tanto conserva las mismas virtudes nutritivas que la carne fresca, pero es mucho más digerible.
Sobre el jamón crudo es, incluso, recomendado por médicos en ocasiones a los atletas antes de competencias grandes, incluso como las Olimpiadas.
La grasa del jamón crudo, por lo tanto, no sólo no duele, sino que incluso es bueno. Dado que el jamón y el melón es un plato típicamente veraniego, aquellos que descartan la grasa del jamón crudo (que combate el colesterol malo) y en su lugar se divierten bajo el sol (comportamiento con riesgo de melanoma) deben tener algún punto de reflexión.
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